viernes, 2 de diciembre de 2011

Un viejo sueño París



¡París!
La he visto tantas veces sin estar allí...
"La ciudad del amor" me dijeron y así lo quise para mí. Idealicé el viaje más maravilloso del mundo, romántico y empalaogoso y como con tanto dulce no aguantaría, le introduje algo de aventura y tonterias varias como recorrer la ciudad con una vespino. Me imaginaba con jerseys grandones de lana, alguno que mi madre tenía de joven, una boina supongo que a juego, vaqueros y unos botines, sin olvidar la bufanda larga. Me imaginaba de la mano de un chico alto que disfrutaba conmigo del violinista que tocaba la vie en rose en la entrada de un puente o paseando por el barrio de Montmartre, sentándonos de vez en cuando en algún café para venerar a los artistas.
Entonces alguien me dijo "París es la ciudad de la filosofía, si estás conmigo, no pretendas algo así. Es más, mejor ir solos, cada uno por nuestro lado, lo disfrutarás en mayor medida". Y mis diez años de adoración a  aquella ciudad desaparecieron detrás de la niebla.
Me encanta la filosofía pero ya no tengo ganas de ir a la capital francesa, ni siquiera de soñar con ella. Ahora hago mis viajes mentales sola, al menos podré ir sin que nadie me quite la ilusión.

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