viernes, 9 de diciembre de 2011

El fantasma de las navidades pasadas




Las ocho de la tarde y el cielo ya estaba oscuro. Alena se sentía una persona del tamaño de una hormiga rodeada de la muchedumbre que paseaba por el centro en busca de las compras de navidad.
Ella iba sola, en busca de su helado de invierno anual.
No miraba ninguna cara, no tenía ganas de encontrarse con nadie, sus ojos se dirigían a las luces que adornaban las calles, a los escaparates llenos de productos estratégicamente colocados para seducir al comprador y a los artistas callejeros que buscaban ganar unos céntimos entreteniendo al personal.
Pero la felicidad de aquel momento le duró poco. Un golpecito en la espalda y al darse la vuelta se quedó sin respiración. Frente a ella, el chico que le enseñó el sexo oral a la corta edad de 7 años. El corazón de Alena dejó de latir por un instante y el tiempo se paró. Viajó 16 años atrás y a la velocidad de la luz recordó las caricias juguetonas, los masajes lascivos y en general, a su peculiar "juego secreto".
-¿¡Cuánto tiempo Ale?!
-Ehhh Eloy mmm si jeje...si muchísimo ehhh... qué.. ¿qué tal todo?- consiguió decir forzando la sonrisa
-Genial, oye ¿estás nerviosa?
-Sí, es que verás, es que, es que tengo problemas de sueño últimamente, ayer me tiré unas 40 horas sin dormir y ya ves como me tiene los nervios.- En ese momento, pensó que el desasosiego de la noche anterior se debia a que su cuerpo se estaba perparando para este encuentro.
-Bueno no te preocupes, seguro que se te pasa con un par de cervezas, vente, estoy con tres amigos que seguro te sabrán apreciar.
-Ehhh ¡gracias! pero voy a casa, que me esperan desde hace un rato- (Pero ¡qué le pasa a éste?¿es que mi cara no ha reflejado lo suficiente que recuerdo todo y que tengo miedo?) Pensó.
-De acuerdo, como quieras, pero nos volveremos a ver algún día y me debes una.
-¿Qué te debo qué?
En ese momento a Alena se le erizó toda la piel, tenía la expresión de haber visto un fantasma, en realidad era parecido: pertenecía al pasado, lo había enterrado y le daba más que miedo, pavor.
-Tranquilizate chiquilla, anda vete a casa que esos nervios te van a matar. Lo dicho, nos volveremos a ver.
Y...¡zas!, palmadita en el culo. Ale quiso en ese momento ser lo suficientemente fuerte como para pegarle un buen bofetón y romperle los dientes, o llevarle a un callejón oscuro y matarle directamente. Ese hombre había abusado de ella y la mirada que le dirigía daba a entender que volvería a hacerlo. Pero la chica se acobardó tanto y se sintió tan humillada que bajó la cabeza y en voz baja consiguió decirle un "hasta la vista".
Se fue corriendo a casa y lloró hasta hartarse, el sentimiento de ira y angustia que tenía no consiguió saciarlo y entonces se puso a escribir, se tomó un orfidal y consiguió dormir.

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