martes, 27 de diciembre de 2011

La mujer del pelo rizado




Había perdido la noción del tiempo y de las copas que llevaba. Podía intuir que había pasado de cinco pero no conseguía clacular el número exacto. El era un tipo feliz, tenía todo lo que quería: una casa propia, un trabajo bien remunerado y una galería para exponer los cuadros que pintaba en su tiempo libre... Nunca había deseado nada más, una mujer le complicaría demasiado la vida, así que recurría siempre a sus amigas de confianza para el sexo. ¿Qué más podía pedir?

-"Nada, nada, nada, nada, nada, nada"- y se repetía una y otra vez lo mismo-"Tengo todo lo que soñaba, no quiero ni necesito nada más"

Seguía teniendo su pandilla de la infancia, el coche del que se enamoró a los 25 años y una habitación sólo  para sus amadas mascotas. Miguel era un tipo feliz, no quería ni necesitaba nada más.
Pero no podía quitarse de la cabeza a la chica que jugueteaba con sus rizos en el bar de la esquina. Sólo habían intercambiado una mirada y supo que le complicaría la vida, así que dio media vuelta.

-"Las mujeres con el pelo rizado son complejas, piensan demasiado y acaban amargándote la existencia, por eso todas mis follamigas tienen el pelo liso"- le dijo al camarero, quién se replanteaba la opción de estudiar psicología.- "Las mujeres de pelo rizado son exigentes, revolucionarias y demasiado soñadoras"

Salió correindo del establecimiento hacia el cementerio, allí compró un ramo de margaritas en la floristería 24 horas y volvió al bar de la esquina. Esperó toda la noche apollado en el escalón, pidió un café para no dormirse y otro más cada dos horas. La chica tenía que volver, la ansiaba porque perturbaba su perfecto estado de bienestar, estaba sumido en un magnífico mundo de privilegios y grandes logros con poco esfuerzo. Esta vez se le presentaba un gran reto, no consistía en conseguir a la portadora de aquellos rizos, sino en domarla, hacer de ella alguien digna de amar por cualquiera que no diera ninguna clase de problemas.

La mujer apareció y quiso darle una oportunidad a Miguel ya que consideraba muy romántico que pasara una noche en vela esperándola. Dos semanas duró la relación, ella tenía que irse a Italia por trabajo y Miguel volvió al bar, se había enamorado de ella en dos días y decidió no volver a amar nunca más. Tan sólo catorce días le bastaron para descubrir un sentimiento que nadie podría igualar ni mucho menos superar. Ella le había enseñado un mundo lleno de vida, de pasión, de esperanzas con y sin frustración.
La vida perfecta de Miguel quedó interrumpida por una chica de pelo rizado que se fue de su lado y le enseñó el dolor. Volvió a su rutina de eterna felicidad, pero esta vez más absoluta, aunque sus vidas no volverían a cruzarse, siempre llevaría aquel sentimiento en su fuero interno y la canción de Penélope en su auricular.

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