sábado, 3 de noviembre de 2012

My fairy tale


Ayer volví, no tenía que haber regresado. Una semana recorriendo una ciudad que inspira por su belleza, me debería haber quedado. Músicos, poetas y filósofos, pintores, escultores... todos los artistas encuentran su musa allí y no me extraña. Allí viví mi cuento de hadas.
Me encontraba sola en una ciudad misteriosa, fría y húmeda, recorriendo las calles, admirando su belleza, embriagándome del encanto arquitectónico del lugar. Dos chicos me invitaron a tomar algo en un bar y entre mi inglés y mi francés las ideas fueron saliendo y se creó una perfecta comunicación. Unas cuantas horas más  tarde, fatigada por el viaje, me fui a mi hostal, el primer día fue sin más.
Mi siguiente destino tuvo algo más especial. Delante de un castillo medieval, cuatro caballeros tan altos como las torres de aquella localidad y yo esperábamos a nuestro guía. Paseamos por las calles absorbiendo su historia y disfrutando de su esplendor. Cuándo cayó la noche el jazz nos hechizó, el humo del tabaco en el bar y la iluminación transformó el local en una película de cine negro en bicolor. Las gabardinas y los sombreros ayudaron en la recreación. No es de asombrar que en medio de tanta fascinación encontrase a alguien con quién soñar, uno de aquellos cuatro mosqueteros me abrazó por detrás mientras la música sonaba -"cuándo lo que oyes sale del alma te dejas llevar, ¿¡qué importa lo demás!?"- me susurró. Y allí, en mitad del espectáculo mi mente voló, pensé en lo que había sido mi vida hasta ese momento y decidí cambiarla aunque al igual que Escarlata O´Hara eso ya lo pensaría mañana, no sabía cuándo iba a volver a vivir algo así y tenía que aspirar la esencia al máximo. Dos días pasé allí con mis cuatro compañeros, dos días llenos de magia, la princesa solitaria fue rescatada pero como en cada cuento, la historia llegó a su fin. Otra ciudad me esperaba y otras anécdotas tenía que vivir.
Brujas estaba hechizada, la mejor ciudad medieval conservada de Bélgica dicen y su casco histórico lo demuestra. Escondida estuve otros dos días, pensaba que no había en el mundo nada mejor y empezó a llover, aquello si que era magia. Allí hice una amiga, no de esas de palabra, sino de las de fábulas. Conseguí que encontrase el amor y yo mientras tanto disfrutaba de una partida de billar o futbolín ganando a mis oponentes. Incluso hacer algo cotidiano en aquel lugar parecía diferente. Por desgracia la estancia ilimitada era inexistente y un nuevo tren cogeríamos rumbo al este.
La siguiente parada era Amberes, Etta me acompañó demostrando lealtad y el surrealismo volvió a llegar por las calles, en la tienda de vinilos, en los castillos y en un bar en el que conocimos a un actor por medio de un avioncito de papel y nos mostró los sitios más recónditos de aquella ciudad. El resto del viaje me lo voy a guardar para mí. No quiero que un sentimiento de envidia os nazca por estas líneas escritas.

Sólo me queda por decir que ahora me hallo en mi habitación redactando a ritmo de jazz, recordando lo vivido y pensando en lo aprendido. Quizás por error o destino, volví a Madrid, físicamente estoy aquí, el resto de mí... viajando por algún lugar de Bélgica buscando otro cuento que vivir.


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