miércoles, 14 de noviembre de 2012

El perdón en el olvido



Paseaba pensando (una manía tonta la mía, pienso siempre), la calle estaba oscura y solitaria, las hojas secas llenaban el camino y a cada paso escuchaba el crujido que producían éstas al quebrarse. "Y la vida siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido" sonó en mi cabeza. Se abrió un telón y aparecieron personajes que ni siquiera recordaba, la mayoría no tenían rostro, algunos sólo tenían voz, también aparecieron imágenes y sueños y todos se sentaron ante mí en butacas que surgieron de la nada. No tardé en entenderlo: estaba en medio de un teatro, la protagonista yo y la obra "Mi Vida".
Demasiadas ideas empezadas y sin acabar, numerosas puertas abiertas esperando una segunda parte que probablemente no llegarán, muchas personas que continuaban en mi pensamiento a pesar de no haber aportado nada trascendente a mi existencia, historias redundantes que aburrían... ¿qué hacía todo eso escondido en mi sesera, ocupando el espacio que estaba reservado para crecer?
Como si se tratase de una pantalla virtual, esparcí todos esos recuerdos por el espacio y uno a uno los fui escudriñando, busqué algún detalle que lo hiciese importante y como no los había, los fui dirigiendo a la papelera de reciclaje. Elegí lo que dejar en el olvido y lo que guardar en la memoria y la función finalizó.
Los que quedaron en los asientos aplaudieron mostrando orgullo, pues todos sabían lo que me costaba decir adiós.
Reanudé la marcha con mayor grado de optimismo, me perdoné por mis fracasos, cerré puertas que no me llevaban a ninguna parte, dejé de fantasear con situaciones ilógicas y mi vida siguió sin esas cosas que no tenían mucho sentido.


sábado, 3 de noviembre de 2012

My fairy tale


Ayer volví, no tenía que haber regresado. Una semana recorriendo una ciudad que inspira por su belleza, me debería haber quedado. Músicos, poetas y filósofos, pintores, escultores... todos los artistas encuentran su musa allí y no me extraña. Allí viví mi cuento de hadas.
Me encontraba sola en una ciudad misteriosa, fría y húmeda, recorriendo las calles, admirando su belleza, embriagándome del encanto arquitectónico del lugar. Dos chicos me invitaron a tomar algo en un bar y entre mi inglés y mi francés las ideas fueron saliendo y se creó una perfecta comunicación. Unas cuantas horas más  tarde, fatigada por el viaje, me fui a mi hostal, el primer día fue sin más.
Mi siguiente destino tuvo algo más especial. Delante de un castillo medieval, cuatro caballeros tan altos como las torres de aquella localidad y yo esperábamos a nuestro guía. Paseamos por las calles absorbiendo su historia y disfrutando de su esplendor. Cuándo cayó la noche el jazz nos hechizó, el humo del tabaco en el bar y la iluminación transformó el local en una película de cine negro en bicolor. Las gabardinas y los sombreros ayudaron en la recreación. No es de asombrar que en medio de tanta fascinación encontrase a alguien con quién soñar, uno de aquellos cuatro mosqueteros me abrazó por detrás mientras la música sonaba -"cuándo lo que oyes sale del alma te dejas llevar, ¿¡qué importa lo demás!?"- me susurró. Y allí, en mitad del espectáculo mi mente voló, pensé en lo que había sido mi vida hasta ese momento y decidí cambiarla aunque al igual que Escarlata O´Hara eso ya lo pensaría mañana, no sabía cuándo iba a volver a vivir algo así y tenía que aspirar la esencia al máximo. Dos días pasé allí con mis cuatro compañeros, dos días llenos de magia, la princesa solitaria fue rescatada pero como en cada cuento, la historia llegó a su fin. Otra ciudad me esperaba y otras anécdotas tenía que vivir.
Brujas estaba hechizada, la mejor ciudad medieval conservada de Bélgica dicen y su casco histórico lo demuestra. Escondida estuve otros dos días, pensaba que no había en el mundo nada mejor y empezó a llover, aquello si que era magia. Allí hice una amiga, no de esas de palabra, sino de las de fábulas. Conseguí que encontrase el amor y yo mientras tanto disfrutaba de una partida de billar o futbolín ganando a mis oponentes. Incluso hacer algo cotidiano en aquel lugar parecía diferente. Por desgracia la estancia ilimitada era inexistente y un nuevo tren cogeríamos rumbo al este.
La siguiente parada era Amberes, Etta me acompañó demostrando lealtad y el surrealismo volvió a llegar por las calles, en la tienda de vinilos, en los castillos y en un bar en el que conocimos a un actor por medio de un avioncito de papel y nos mostró los sitios más recónditos de aquella ciudad. El resto del viaje me lo voy a guardar para mí. No quiero que un sentimiento de envidia os nazca por estas líneas escritas.

Sólo me queda por decir que ahora me hallo en mi habitación redactando a ritmo de jazz, recordando lo vivido y pensando en lo aprendido. Quizás por error o destino, volví a Madrid, físicamente estoy aquí, el resto de mí... viajando por algún lugar de Bélgica buscando otro cuento que vivir.