lunes, 30 de mayo de 2011
Tormenta de verano
Corría una agradable brisa y empezaba a chispear. Me planté en mitad de la calle, miré hacia arriba y me quité las gafas. Dejé que la lluvia me empapara.
El olor a tierra mojada recorría cada centímetro de mi cuerpo, la sensación de bienestar también.
De pronto pensé en él, no me había dado cuenta de que le echaba de menos. Como si de un fantasma se tratase, empecé a notar sus caricias, sus ojos me miraban y su boca me hablaba. Cada recuerdo que tenía de él se me venía a la mente. Casi podía abrazarle, su presencia parecía tan real... Sus labios me besaban con fuerza, como si me fuera a escapar. Sus brazos me rodeaban con dulzura, como si no hubiese nada más. Recordé los momentos en la ducha, el calor de su piel bajo las sábanas y lo empalagosos que nos llegábamos a poner a pesar de que ambos lo odiábamos.
Paró de llover, abrí los ojos y él desapareció.
Con una sonrisa dibujada en la cara, pensé que fue una bonita historia que algún día contaré.
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