martes, 3 de marzo de 2015

El Ecúleo

"¿Qué ha pasado?" Naike se despertó con visión borrosa, un fuerte dolor de cabeza y su boca tenía un cierto sabor metálico... ¿sangraba? si, era sangre y no poca. "¿Por qué no podía recordar nada? Espera..." Tampoco podía moverse, estaba atada. Habían colocado sus extremidades imitando la cigüeña inquisitoria. "¿Cuánto tiempo llevaba allí y en aquella posición?" Sabía suficiente de instrumentos de tortura como para averiguar que en un par de horas sentiría calambres por todo el organismo y pasados unos días, no recobraría su postura erguida. Entonces pequeños flashes reavivaron su memoria. Había visto y oído algo que no debía, Su sociedad era una mentira.
Sylvania era una país experimental. Viendo que la democracia estaba haciendo estragos en una sociedad cada vez mas en desacuerdo ideológicamente, los grandes mandatarios agruparon a una cantidad de personas en varias sociedades llamadas Syanes. Cada Syan tenía normas diferentes y a través de las muestras llevadas (gente de diferentes razas, sexo e ideal político) pretendían hacer un estudio para evaluar la mejor forma de contentar al pueblo. o eso habían dicho, porque la realidad era muy distinta. Aquellas muestras que se habían ofrecido voluntarias, estaban inconscientemente contribuyendo a un estudio de cómo controlar a las masas, tenerlas contentas y poder sacarles el máximo beneficio posible, de manera que ellos pensasen que estaban en una sociedad idílica mientras la parte alta de la pirámide iba engordando sus arcas clandestinamente. 
¿Y cómo entra Naike en la historia?
Ella trabajaba para la secretaría del Doctor Castor, encargado del estudio de los Syanes. Una tarde se encerró en el armario empotrado del despacho del Doctor para cumplir un deseo sexual con el ayudante del abogado de la multinacional que dirigía la operación pensando que nadie volvería al trabajo y ese fue su gran error. Echar un polvo. "¿Y Lucas?¿ estaba también allí?" No podía hablar, la mordaza impedía que pudiese articular palabra, y tampoco podía levantar la cabeza, si que estaba atrapada en una cigüeña. Alguien le agarró del pelo y tiró de ella hasta dejarla en volandas, entonces se percató de lo que realmente ocurría, Lucas estaba tendido en el suelo con un charco de sangre a su alrededor. "Quizás tuvo suerte y no llegó a sufrir tortura, simplemente un disparo en mitad de la frente y sin que le diese tiempo a pestañear estaba muerto, pero ¿y yo? a mi me quieren viva ¿Por qué?"
Antes de que terminase con su hilo de pensamientos deductivos, apareció por la  puerta un hombre que bien podía pasar por un competidor de halterofilia si no le delatasen sus patas de pollo. 
-Supongo que sabes el motivo por el cuál estás aquí... no nos gustan los cotillas, ni las parejitas que fingen follar mientras juegan a ser espías. Tu amiguito ha confesado y ahí le ves, sin sufrimiento alguno. Ahora te toca a ti... bien, ¿que escoges? ¿hablar y tiro limpio o hacerte la remolona y continuar con tu papel de "actriz yo no se nada" para probar lo que nuestros ancestros medievales utilizaban para domar a los infieles? A ver... ¿qué tenemos por aquí? una pera, la cuna de Judas, mmm el potro... ¿que te gusta?¡ Zorra!
A pesar de lo sugerido, Naike no estaba dispuesta a mentir, sería fácil actuar como su compañero, pero necesitaba salvarse y la única forma que conocía era confesando la realidad, no era un juego de espías, era una fantasía sexual en el momento equívoco. Pero ni siquiera le sacaron aquella bola, que ocupaba su boca, para poder responder. Le rajaron la ropa para desprenderse de ella, sacaron sus extremidades de aquella torturadora de hierro y la ataron de pies y brazos a lo que parecía el somier de una cama de madera y enseguida empezó a notar como se estiraba cada centímetro de su musculatura, cada ligamento y cada célula de su piel, ni siquiera podía gritar y las lágrimas salían a borbotones, quería desmayarse, había leído que eso sucedía cuándo algo dolía, pero a ella no le sucedía. Escuchó el sonido de una llamada al móvil y a su verdugo contestar con simples "ajá".
-Has tenido suerte chiquilla, alguien ahí arriba te quiere, se acabó esto para ti, no me dejan sacarte más información, pero tengo que deshacerme de todo esto, ¿lo entiendes, no?.
Acto seguido le aflojó las cuerdas sin soltarla, volcó un par de contenedores con varios acelerantes entre los que se distinguían claramente el olor a queroseno, gasolina y disolvente, prendió un zippo plateado y con una sonrisa en la boca le dijo -Adiós guapa.
Lo último que vio fueron las llamas de la madera del ecúleo poco antes de que la absorbieran.