lunes, 27 de octubre de 2014

Estado de embriaguez


Hacía rato que había perdido la cuenta de las copas que llevaba. Demasiado estrés y complicaciones a las que ya no estaba acostumbrada. Pensaba que en algunos aspectos de su vida estaba perdiendo el control, pero no podía evitarlo. Al darse cuenta de su frustración, se puso lo primero que encontró en el cajón, cogió el poco dinero que le quedaba bajo el colchón y acabó en un bar que descubrió por casualidad.
-¿Sabe Fred?, ¿le importa que le llame Fred?, ¿no?, pues en ese caso ¿sabe Fred?, le voy a tutear. La ciudad despertará pronto, llena de gente y de energía y yo me iré a dormir, o a morir de nuevo, porque yo muero casi todos los días, algo así como nuestro entorno, un momento estás y al segundo es como si nunca hubieses existido. La vida está llena de coincidencias que llevan a grandes éxitos y grandes amores pero también te conducen a tragedias, a montañas de camisetas de tus ex en el trastero y a perder lo que más quieres, tu identidad. Entonces mueres y te cambias de nombre, de ciudad, haces nuevos amigos, encuentras un trabajo y le vuelves a conocer. Tiene otra cara, otra vida, pero sigue siendo él y vuelves a tropezar y caer, te duele pero te levantas y te crees más fuerte y le dejas y te creces Fred, y llegas a tal día como hoy, que no le encuentras sentido a nada sin razón aparente y lo único que te apetece es volver a morir. Entonces mueres, ya no eres, no pesas y no te crea dolor porque nadie te llora y no hay parafernalia de entierros ni mentiras de duelos, simplemente algo que antes estaba, ya no.
-Señorita, eso de lo que usted habla, yo lo llamo huir.
-Tutéame Fred. Puede que le veas alguna coincidencia, pero si me hubieses prestado atención, me habrías entendido, claro que también entiendo que soy la única que está en tu bar a las cuatro de la mañana, que llevo muchas copas, que te he llamado Fred y que estoy muerta.