martes, 21 de enero de 2014

The NeverEnding Story

He descubierto la metáfora de uno de mis cuentos favoritos de la infancia, aunque esta historia si tiene fin.
Empieza en el mundo de Fantasía donde recientemente había descubierto la felicidad plena. Todo era perfecto, no podía desear nada más porque no lo necesitaba, me asustaba tanta perfección a la vez que disfrutaba cada segundo de ella. Y una noche la niebla se presentó delante de mi casa y  le dejé entrar. Se hizo pasar por mi amigo y me dejé llevar por el viento sin darme cuenta de la oscuridad que transmitía.
Mientras estuve envuelta en la neblina no mostró su verdadera identidad y en cuento le intenté acercar a mi terreno, me enseñó su cara oculta. Realmente aquella masa gris solo era una máscara que ocultaba un agujero negro en su interior y ya era tarde para mi, había conseguido absorber toda mi luz.
En efecto dejé que "la nada" se apoderara de todo por lo que había luchado y llegué a conseguir. 
A punto estaba el Reino de destruirse cuándo hicieron su aparición Bastian, con una gran fe ciega en mi que crecía con cada palabra que yo decía, mi fiel amigo Fújur, que llegó en el momento más idóneo y una cantidad de seres, todos extraordinarios, como Morla, el hombre de piedra o los enanos Engywuck y Urgl, y por supuesto Artax, mi guía incondicional que me ayudó a cruzar el fango. He tenido la oportunidad de llegar a tiempo para salvar Fantasía. Aunque en mi caso la confianza tenía que volver a depositarla en mí. Conseguí encontrar una pepita de luz tras la última batalla y para ganar aquella guerra no tenía que empezar de nuevo poniéndole un nombre a mi Mundo, tan sólo tenía que dejar atrás lo vivido sin olvidar que si no me ando con cuidado, "la nada", con otro disfraz puede atacarme otra vez.