En una distópica situación se aventuró a soñar y a dejarse
llevar por la casualidad. Buscando un héroe que la salvara despegó sus alas y
empezó a volar.
Un respiro de aire nuevo controlaba sus impulsos y por
primera vez no salió corriendo ni escuchó a las olas del mar, sólo actuaba sin
barreras, sin pegas y sin pensar que podría tropezar con una piedra.
Pero se empezaron a conocer y la magia se marchitó, ella
seguía intentando creer en él a pesar de que su cabeza y su corazón ya le
habían dicho “NO”. Aun así luchaba por no caer más hondo. Y el día D llegó. Él
seguía enamorado de su muñeca de importación y ella empezó a ser un peluche
destinado a acumular polvo encima del armario. Un incesable llanto pasó por sus
mejillas y entonces comprendió: ella había jugado a perder, él… quizás sólo
jugó.